La función de los mitos en la Antigua Grecia

¡Hola a todos, amantes de la mitología! ¿Qué tal habéis pasado el verano? Ahora que llega septiembre y las depresiones post vacacionales, hemos de aprovechar al máximo aquello que nos motiva y nos da fuerzas para continuar hasta fin de año.

Me alegro de que estés aquí si has encontrado un ratito libre o simplemente necesitas esta información para algún proyecto que tengas entre manos. Así pues, vamos a repasar la que fue la función de los mitos y, en general, la mitología en las civilizaciones antiguas y cómo estas historias contribuyeron a la formación de las mismas a través de la tradición oral hasta nuestros días.


A todos nos gustan las historias. Sean reales o inventadas, las historias nos ayudan a imaginar, aprender, dudar e incluso, y aunque suene cursi, soñar. Desde las primeras civilizaciones, los cuentos eran un recurso de lo más habitual para educar, manipular y, en sí, dar respuesta a aquello que normalmente no tenía una solución científica. De esta forma, preguntas como «¿De qué manera surgió la vida?», «¿Qué significan las constelaciones?» o «¿Se puede ser inmortal?» tenían, por primera vez, una explicación comprensible para las personas.

Es así como, en la actualidad, gracias a la tradición oral y escrita desde tiempos remotos, conocemos la mitología, el conjunto de mitos y leyendas normalmente de carácter fantástico y atemporal de los que tanto conocimiento hemos adquirido. Sabemos también que los mitos griegos, en este caso, no son realistas y a menudo pintan escenas extraordinarias en mundos o escenarios reales de la propia naturaleza. Se puede decir, de forma más directa y simple, que aquellas dudas que no podían ser respondidas por la ciencia debido a la falta de método y teoría, eran cubiertas por medio de historias.

De hecho, aunque los propios griegos eran conscientes de la ficción de los mitos, sí eran una forma de calmar las ansias de saber (aunque eso significase cubrir de fantasías a la razón humana). Al fin y al cabo, conocer lo sobrenatural y entender lo imposible crea la falsa ilusión de que podemos manipularlo, y eso ofrece sensación de tranquilidad. 

La mitología consolida la civilización

El ser humano es un ser social por naturaleza, es decir, necesita vivir en sociedad para poder desarrollarse plenamente. Si una misma sociedad solventa una duda natural y común con una misma historia, la cual es aceptada por la mayoría al menos, ya tenemos una tradición (o norma no escrita) que hace que ese grupo de individuos se mantenga unido por una creencia. Si además esa creencia es propagada por la extensión del territorio conocido y los personajes de autoridad (científicos, profesores, filósofos, artistas,…) comulgan con esa misma explicación, la civilización se consolida en una misma raíz cultural que será adoptada como propia, como identidad, y que nosotros podemos atrevernos a llamar religión.

En la Antigua Grecia, como en la mayoría de sociedades antiguas, los mitos solían tener un marcado carácter político-religioso por la propia finalidad de los mismos. Teniendo en cuenta que muchos de ellos siguen la estructura de acción-castigo-aprendizaje, puede impartirse mediante los mismos una forma de conducta en la que los ciudadanos se vean reflejados (también ayuda el carácter antropomórfico, tanto físico como psicológico, de los protagonistas) y, por tanto, adopten dichos actos como norma social.

¿Para qué servían los mitos en la Antigua Grecia?

Como se ha explicado anteriormente, la utilidad principal en la antigüedad residía en el hecho de que los mitos daban respuesta a aquello que la ciencia no podía atender o de lo que aún no se conocía explicación racional.

Sin embargo, hemos de tener en cuenta un hecho que fue clave para la herencia cultural que hoy recogemos. Cuando estas historias comenzaron a hacerse populares y a extenderse por el territorio, los gobiernos vieron una oportunidad para dejar constancia de lo que sucedía entre los gobernantes, anunciar guerras, recordar héroes, castigar a los traidores del reino e incluso explicar el origen de una ciudad o la razón de la enemistad con el territorio vecino.

Edipo Rey, 60º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida
Representación de Edipo Rey, 60º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida (Extremadura, España)

Este tipo de mitos y los anteriores, ligados a los dioses, la naturaleza, las batallas épicas o las criaturas fantásticas fueron aún más populares gracias a la figura de los contadores de mitos. Para hacerse una idea, equivaldrían a los juglares y trovadores de la época medieval. En tiempos anteriores al comienzo del desarrollo de la alfabetización y de los textos impresos, no es de extrañar que los famosos contadores de mitos difundieran su propia versión de los mitos. Además de estos personajes, los mitos eran también dados a conocer a través de la poesía, el teatro, la pintura, la escultura y la música.

Tradición y herencia cultural

Con la aparición de la imprenta, los mitos se recopilaron y plasmaron en un medio sólido, transportable y duradero. Esto dio lugar al conocimiento masivo de las historias en todo el mundo y la consolidación de una sola versión de las mismas, aceptada como única por toda la población.

No existen autores reales de estas historias, pero sí conocemos eruditos de la época tales como Hesíodo y Homero, que fueron los encargados de dejarlas por escrito hasta nuestros días.

En la actualidad, científicos, psicólogos y otras mentes estudiosas han tomado los mitos como ejemplo filosófico de nuestra forma de pensar y comunicarnos e incluso forman parte de nuestro vocabulario. Hablamos, por ejemplo, del sentido que le damos en el siglo XXI a expresiones y términos como abrir la “caja de Pandora”, recibir un golpe en el “talón de Aquiles”, el “efecto Pigmalión”, pasar una “Odisea”, tener rasgos “apolíneos”, ser un “adonis” o padecer el “Complejo de Edipo”.


Por tanto, incluso el amante del mito es, en cierto modo, filósofo, pues el mito se compone de maravillas.

Aristóteles (384-322 a.C.)

GCL.