Atenea y Aracne

     La joven muchacha Aracne creía que nada representaría mejor a los dioses griegos y su conducta lujuriosa que narrar sus historias en tejidos. Cuando demostró ser igual de hábil en costura que Atenea, la diosa fue víctima de un arrebato de celos.

      Espero que os guste.

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12-atenea      Al igual que otros dioses del Olimpo, la diosa de la guerra, Atenea, no soportaba la menor insolencia por parte de los seres humanos.

     De todos los dioses, era ella la que más valoraba y fomentaba la inteligencia humana, pero cuando su alumna Aracne empezó a alardear de que las manos de su maestra no eran mejores que las suyas tejiendo, la diosa apenas dio crédito a lo que oía. Ante tal insolencia, Atenea fue a ver a Aracne disfrazada de anciana y la incitó a contarle sobre su destreza y trucos para tejer, con la única intención de descubrir el alcance de la presunción de la joven. Esta le aseguró que había sido autodidacta en todos los trucos del oficio y alardeó, una vez más, de ser incluso capaz de vencer a Atenea en una competición.

     Atenea se quitó el disfraz y se mostró entonces con su armadura y aspecto original, pero Aracne no se disculpó ni admitió haber dicho nada que fuera mentira. Por el contrario, se sentó al telar, cogió hilo y la lanzadera, y se dispuso a tejer historias de dioses y mortales.

     La diosa hizo lo propio y comenzaron a tejer.


     Su telar mostraba la historia de la lucha que había mantenido una vez con Posidón para decidir quién sería el el dios de una ciudad griega que por aquel entonces carecía de nombre. Atenea retrató a los habitantes de la ciudad anónima congregados en una plaza, contemplando lo que ambos dioses les ofrecían y decidiendo por cual de ellos votarían. Para ganarse la lealtad de sus súbditos, Atenea había dado vida al primer olivo en la ciudad, mientras que Posidón les había otorgado un hermoso manantial, que había ubicado en las rocas de su acrópolis.

     Todos los hombres alababan al agua que manaba del manantial y comentaban lo útil que sería en épocas de sequía. Las mujeres, por su parte, quedaron asombradas con el olivo, sabiendo las múltiples utilidades domesticas y decorativas que tendría. 

   Tal y como había sucedido en el concurso real, en el dibujo de la tela las mujeres superaban por uno a los hombres. Atenea ni siquiera se molestó en tejes su victoria, puesto que todo el mundo sabía que había ganado por un voto y que la ciudad se llamó Atenas en su honor.


     Aracne estaba demasiado arrebatada por el orgullo y la insolencia como para tener en cuenta la advertencia implícita de la diosa en su obra (que ella jamás es derrotada) y lo interpretó más como un desafía que como un aviso. Por ello, respondió tejiendo las numerosas historias de engaños de los dioses y mostrando cómo cambiaban de forma para seducir a las mujeres mortales.


    Cuando los tapices estuvieron terminados, nadie conseguía decidir cual estaba mejor elaborado o era más bonito. Frustrada ante la duda de las personas que allí estaban presentes, Atenea destrozó el telar de su rival y empezó a golpear a la joven con la lanzadera de madera que tenía en la mano.

   Desesperada y herida, Aracne agarró una cuerda y se la anudó al cuello; luego buscó con la mirada alguna viga fuerte del techo desde la cual colgarse para acabar con el sufrimiento, sabiendo que la diosa de la guerra no pararía hasta verla fuera de su terreno. 

¡Cuélgate si así lo deseas!; no conseguirás morir así, ni tampoco tus hijos, ni los hijos de tus hijos. Sufrirás por tu insolente locura el resto de tus días.– le gritó Atenea.

     Golpeó una vez más a Aracne y, entonces, el cuerpo de la joven comenzó a menguar y menguar hasta que su cabeza pareció estar apunto de desaparecer. Ni pelo, ni orejas, ni nariz,…, tan solo con estómago y patas largas, Aracne se transformó en una araña.

     Todavía hoy pueden verse muchos de sus descendientes de ocho patas en los rincones de los techos, tejiendo infinitamente sus intrincadas telarañas con el más fino de los hilos, para el resto de los tiempos.


GCL